Lima, noviembre de 2025.- La calidad de la atención médica no depende únicamente de infraestructura moderna o tecnología avanzada. En muchos establecimientos, los errores derivados de una gestión administrativa deficiente se han convertido en un riesgo silencioso para los pacientes. Desde demoras prolongadas en emergencias hasta pérdidas de información clínica, estas fallas pueden afectar diagnósticos, retrasar tratamientos y, en los casos más graves, poner en peligro la vida de las personas.
Un paciente que llega a un servicio de urgencias puede esperar horas para ser evaluado debido a la falta de coordinación entre admisión y el equipo médico. Una gestante podría recibir un medicamento inadecuado por tener una historia clínica incompleta, mientras que un adulto mayor podría ver agravada su condición si se extravían sus resultados de laboratorio entre servicios. Según la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 10 pacientes sufre algún tipo de daño durante la atención sanitaria, una cifra que evidencia la necesidad de fortalecer los sistemas internos y prevenir errores que son, en su mayoría, evitables.
Para la Mg. Diana Díaz Morón, docente y coordinadora de la maestría en Gestión de la Calidad y Acreditación en Salud de la Universidad Norbert Wiener, el principal desafío no es la falta de equipamiento, sino la ausencia de una cultura institucional orientada a la mejora continua. “La calidad en los servicios de salud no debe verse como un requisito administrativo, sino como parte esencial del funcionamiento de cualquier institución. Muchas veces se prioriza la respuesta inmediata y se deja de lado la planificación, el seguimiento de indicadores y la evaluación constante”, afirma.
A continuación, la especialista detalla cuáles son los errores más frecuentes que afectan la calidad del servicio y qué acciones permiten evitarlos.
1. Documentación incompleta en las historias clínicas
Una historia clínica desordenada o incompleta complica el seguimiento de los tratamientos, limita la toma de decisiones y aumenta el riesgo de errores clínicos. La falta de datos actualizados —como alergias, antecedentes o resultados previos— puede derivar en diagnósticos equivocados o intervenciones inseguras.
2. Deficiente comunicación entre turnos y servicios
Los cambios de turno y la interacción entre áreas clínicas requieren coordinación estructurada. Cuando esta no se realiza de forma adecuada, se producen duplicaciones de procedimientos, pérdida de información relevante y retrasos que afectan directamente al paciente.
3. Demora en la toma de decisiones clínicas
La lentitud para evaluar situaciones urgentes puede generar complicaciones evitables. Un proceso de priorización poco claro o la falta de personal para revisar casos críticos incrementa el sufrimiento del paciente y prolonga su permanencia en el establecimiento.
4. Incumplimiento de protocolos establecidos
Las guías clínicas y procedimientos estandarizados existen para garantizar uniformidad y reducir riesgos. Cuando los profesionales no los aplican correctamente, aumenta la variabilidad en la atención y la probabilidad de eventos adversos.
5. Escasa trazabilidad en procesos administrativos
La desorganización en la gestión de citas, referencias, resultados de laboratorio o derivaciones genera confusión y demoras innecesarias. La falta de trazabilidad también dificulta el seguimiento de casos y la detección de fallas internas.
Cómo prevenir estas fallas
El fortalecimiento de la calidad en salud requiere acciones articuladas y sostenidas. La especialista destaca las siguientes medidas:
Instaurar protocolos claros y actualizados.
Implementar guías de práctica clínica, listas de verificación y procedimientos estandarizados garantiza que los equipos conozcan los pasos críticos y mantengan la misma línea de actuación.
Fortalecer la comunicación interdisciplinaria.
Reuniones de traspaso de turno, herramientas de registro compartidas y espacios de coordinación entre servicios son esenciales para evitar malentendidos y asegurar continuidad en la atención.
Capacitar al personal en seguridad del paciente.
Los programas formativos sobre riesgos, comunicación efectiva y trabajo en equipo deben involucrar tanto a profesionales clínicos como administrativos. La seguridad es una responsabilidad conjunta.
Monitorear indicadores de calidad de manera periódica.
Contar con métricas claras permite detectar brechas, tomar decisiones basadas en evidencia y evaluar la efectividad de las mejoras implementadas.
Aprovechar la tecnología disponible.
El uso de historias clínicas electrónicas, sistemas de trazabilidad de medicamentos y plataformas digitales reduce el margen de error humano y mejora la transparencia de los procesos.
Fortalecer el liderazgo y la supervisión activa.
Disponer de profesionales especializados en gestión de calidad permite identificar problemas, proponer soluciones y acompañar los procesos de mejora continua.
Para la especialista, la calidad debe entenderse como un derecho del paciente y una responsabilidad institucional. “Las organizaciones deben apostar por la gestión eficiente, la transparencia y la capacitación constante. Y la ciudadanía también tiene un rol importante: informarse, participar y exigir servicios seguros”, concluye.
