Lima, octubre de 2025.- Las relaciones entre Estados Unidos y Colombia atraviesan uno de sus momentos más tensos de las últimas décadas, luego de que el presidente estadounidense Donald Trump acusara a su homólogo colombiano, Gustavo Petro, de liderar el narcotráfico en su país y anunciara la suspensión de ayudas económicas y la posible imposición de nuevos aranceles.
La declaración de Trump, realizada a través de su red social, desató una inmediata reacción del Gobierno colombiano, que calificó las palabras del mandatario como una “amenaza directa” a la soberanía nacional. Petro respondió que sus diferencias no son con el pueblo estadounidense, sino con el propio Trump, a quien acusó de actuar con motivaciones políticas y de fomentar la desestabilización regional.
Una crisis diplomática en desarrollo
El conflicto se originó tras una serie de operativos en el Caribe que Estados Unidos vincula al narcotráfico, y que Colombia considera una violación de su soberanía. Trump aseguró que la producción de drogas en territorio colombiano “causa muerte y destrucción” en su país, y que, por ello, cesará cualquier tipo de apoyo financiero.
Las declaraciones fueron interpretadas en Bogotá como un intento de presionar al Gobierno colombiano y de equiparar a Petro con mandatarios como Nicolás Maduro, con quienes Washington mantiene una relación de confrontación abierta. En respuesta, sectores diplomáticos y empresariales han advertido sobre el riesgo de un deterioro económico y comercial sin precedentes entre ambas naciones.
Impacto económico y político
El intercambio comercial entre Estados Unidos y Colombia alcanza los 40.000 millones de dólares anuales, cifra que podría verse afectada si se concretan las medidas anunciadas. La suspensión de subsidios, la revisión de tratados y la amenaza de nuevos aranceles generarían inestabilidad en sectores clave como el agroexportador, la industria textil y la inversión extranjera directa.
En el ámbito político, analistas coinciden en que la retórica de Trump busca reforzar su imagen interna, mientras Petro enfrenta el reto de mantener la estabilidad sin ceder en soberanía. Para Colombia, la crisis llega en un momento de desaceleración económica y creciente polarización interna, lo que añade presión a su gobierno.
El peso colombiano ya mostró señales de debilidad frente al dólar, mientras que gremios empresariales, como la Andi, expresaron su preocupación por el tono del enfrentamiento. A nivel diplomático, se evalúa la posibilidad de llamar a consultas al embajador colombiano en Washington, medida que evidenciaría la profundidad de la crisis.
Un vínculo histórico en riesgo
Desde la firma del Plan Colombia a inicios de los años 2000, ambos países han mantenido una estrecha cooperación en seguridad y lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, la llegada de Petro al poder marcó un cambio de enfoque: el mandatario ha propuesto sustituir la represión por una política integral de desarrollo rural y regulación controlada, lo que generó recelos en Washington.
La nueva postura estadounidense, que plantea tratar a los cárteles como organizaciones terroristas, endurece aún más el escenario. La posibilidad de que la cooperación militar y de inteligencia se vea reducida podría alterar el equilibrio de seguridad en la región andina y el Caribe.
Aun así, diplomáticos de ambos lados coinciden en que la ruptura total parece improbable. Existen canales de diálogo activos y compromisos internacionales que obligan a ambas partes a buscar una salida pragmática. Sin embargo, el tono del intercambio revela un distanciamiento político que podría redefinir la relación bilateral en los próximos años.
La tensión entre Washington y Bogotá, más allá de los discursos, refleja un cambio de era: el de dos gobiernos con visiones opuestas sobre cómo enfrentar el narcotráfico y cómo entender la soberanía en América Latina.
Con información de BBC Mundo e Infobae.