Lima no puede esperar a su propio gran apagón
Por Vanessa Moreno, Country General Manager Perú & Bolivia
El corte de electricidad que dejó sin luz a millones de personas en España —afectando desde hospitales hasta líneas de tren— debe servirnos como una advertencia. Porque más allá del impacto inmediato, ese evento expuso la fragilidad de infraestructuras que se consideraban modernas y seguras. ¿Qué podría pasar si Lima enfrentara una situación similar?
La respuesta no es tranquilizadora. En la capital, la sobrecarga de redes obsoletas, el crecimiento desordenado y la falta de inversión en mantenimiento convierten al sistema eléctrico en una bomba de tiempo. No lo decimos solo desde el sector privado: según estimaciones del Ministerio de Economía y Finanzas, la brecha en la distribución eléctrica urbana supera el 73.4%, sin avances significativos en los últimos años. En este contexto, no estamos hablando de probabilidades, sino de preparación: no es si ocurrirá un apagón, sino cuándo.
En Latinoamérica estamos habituados a cortes de luz que, si bien son frecuentes, suelen ser de alcance sectorial y limitados a ciertos distritos o zonas específicas. Esta experiencia ha forjado una cierta resiliencia operativa en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, el reciente apagón en España mostró una dimensión completamente distinta: afectó simultáneamente a casi todo el país, dejando a millones de personas no solo sin suministro eléctrico, sino también sin señal de telecomunicaciones, imposibilitando incluso la comunicación básica en varias regiones.
Hoy, la energía es el sistema nervioso de las ciudades modernas, y cualquier interrupción masiva puede detener su funcionamiento completo. Lima no puede seguir confiando en su capacidad de reacción improvisada; necesita una preparación estructural y anticipada.
¿Qué podemos hacer? La respuesta está en la tecnología. Evitar un apagón no depende únicamente de producir más electricidad, sino de gestionarla de forma más inteligente. En Schneider Electric creemos que la resiliencia eléctrica debe convertirse en una prioridad nacional; detectar fallas antes de que se conviertan en crisis, redirigir el flujo energético en tiempo real y proteger sectores automáticamente.
El reto para Lima está en acelerar la modernización de su infraestructura eléctrica. Esto implica no solo inversión pública, sino también alianzas con el sector privado. Incorporar soluciones de gestión energética en edificios, industrias y hogares puede marcar la diferencia entre una ciudad que colapsa y una que resiste.
Ante un futuro incierto, la pregunta ya no es si podemos permitirnos invertir en resiliencia eléctrica. La verdadera pregunta es si podemos darnos el lujo de no hacerlo.