Lima, octubre de 2025.- Volver al trabajo tras convertirse en mamá o papá puede generar una mezcla intensa de emociones. La preocupación por dejar al bebé al cuidado de otra persona o la culpa por no estar presente todo el tiempo son sentimientos comunes que muchos padres enfrentan al intentar equilibrar la crianza con las exigencias del ámbito laboral.
De acuerdo con un estudio reciente, el 65% de padres y madres experimenta agotamiento físico y mental asociado a los retos de la crianza y el trabajo. Este desgaste impacta directamente en sus emociones, concentración y bienestar general. Por ello, resulta esencial reconocer los cambios que implica esta nueva etapa, validar las emociones y comunicarlas de forma abierta para transitarla de manera más saludable.
La psicoterapeuta clínica Kristell Pacheco explica que, con la llegada de un bebé, las prioridades cambian y, con ellas, las distintas esferas de la vida, incluyendo la manera de trabajar. “Más que una reinserción laboral, se trata de adaptarse a una nueva rutina. Ese ajuste puede sentirse difícil al inicio, pero con el tiempo es posible encontrar un balance entre el cuidado del bebé, la familia y el espacio propio que cada adulto necesita”, señala la especialista.
Pacheco añade que muchas veces los padres sienten la presión de cumplir con todo tal como lo hacían antes de tener hijos, lo cual genera frustración y estrés. “Contar con redes de apoyo, comprensión en el entorno laboral y momentos de autocuidado marca una gran diferencia al sobrellevar esta transición. Conocer las opciones de flexibilidad del trabajo puede permitir reorganizar rutinas de manera más amable y menos disruptiva”, destacó.
En colaboración con Babysec, la especialista comparte algunas recomendaciones prácticas para acompañar este proceso con bienestar:
1. Ajustar las rutinas de forma gradual.
Tras los meses iniciales de apego con el bebé, es importante reorganizar las responsabilidades por horarios, de manera realista y sostenible, para que ambos padres puedan adaptarse sin sobrecargas.
2. Definir y ensayar apoyos en el cuidado.
Pedir ayuda no es signo de debilidad. Anticipar quién cuidará al bebé —ya sean abuelos, tíos, una cuidadora o sala cuna— y permitir un periodo previo de adaptación fortalece la confianza y disminuye la ansiedad de separación.
3. Priorizar la calidad del tiempo compartido.
Más allá de la cantidad de horas, lo valioso es compartir momentos significativos: gestos de cariño, juegos, lecturas o paseos que refuercen el vínculo afectivo y emocional con el bebé.
4. Aceptar y expresar las emociones.
El cansancio, la confusión, la ansiedad o la tristeza son tan válidos como la alegría o el orgullo. Hablar de las emociones sin culpa ayuda a cuidar la salud mental y a sentirse acompañados en esta etapa de cambio.
Finalmente, si las emociones se vuelven abrumadoras o el equilibrio resulta difícil de alcanzar, los expertos recomiendan buscar acompañamiento psicológico especializado. Un espacio de contención profesional puede ayudar a los padres a procesar las emociones y fortalecer sus recursos personales para disfrutar plenamente de esta nueva etapa de vida.
