¿Por qué es mejor sacarse los zapatos antes de entrar a una casa, según los científicos?
Cada vez más personas adoptan la costumbre de dejar los zapatos en la entrada de sus viviendas antes de ingresar. Si bien para muchos esta práctica se basa en la cortesía o lo cultural, tiene una base científica sólida. Diversas investigaciones han revelado que el calzado acumula una variedad de agentes contaminantes, incluyendo bacterias, toxinas y alérgenos que pueden perjudicar la salud.
¿El riesgo? Las suelas de los zapatos actúan como imanes de suciedad y microbios, transportando elementos indeseables del exterior al interior de los hogares. Además, estos contaminantes podrían aumentar la probabilidad de problemas respiratorios y alergias.
“Existen estudios como el realizado en la Universidad de Arizona que ha demostrado que podemos llevar a nuestras casas hasta 150 mil bacterias en la parte externa de los zapatos y unas 3000 dentro. Lo más preocupante es que el 99% de estas bacterias están asociadas a restos fecales. Esto puede conllevar riesgos serios para la salud, desde afecciones gastrointestinales hasta problemas respiratorios”, explica Julio Valdivia, director de las carreras de Bioingeniería e Ingeniería Química en la Universidad de Ingeniería y Tecnología (UTEC).
El riesgo de las bacterias en los zapatos
Entre las bacterias más comunes encontradas en los zapatos se incluyen patógenos que pueden causar infecciones serias en el cuerpo humano, como la Escherichia coli (E. coli), asociada con infecciones intestinales y urinarias, y la Klebsiella pneumoniae, un microorganismo vinculado a infecciones pulmonares y de heridas. También se detectó la presencia de Serratia ficaria, que puede provocar infecciones respiratorias.
El hecho de que la mayoría de estas bacterias provengan de restos fecales resulta alarmante, ya que organismos como la Clostridium difficile (C. diff) también pueden ser encontrados en los zapatos. Esta bacteria es responsable de enfermedades gastrointestinales severas, como la diarrea y es resistente a muchos tratamientos comunes.
¿Cómo llegan estas bacterias a nuestras casas?
La transmisión de estas bacterias desde el exterior a nuestros hogares ocurre principalmente cuando caminamos por superficies contaminadas, como baños públicos, parques o calles donde hay excrementos de animales. Posteriormente, al ingresar con los zapatos a la casa, entre el 90% y el 99% de esas bacterias se transfieren al piso del hogar.
“Los zapatos son un gran vehículo para trasladar bacterias y otros contaminantes desde el exterior al interior de las casas, lo que incrementa la posibilidad de infecciones en personas con sistemas inmunológicos comprometidos», detalla Valdivia.
Resistencia a los antibióticos
Otra preocupación creciente relacionada con el uso de zapatos dentro de la casa es la transmisión de bacterias resistentes a antibióticos. Los hospitales, por ejemplo, pueden ser un foco de transmisión de bacterias resistentes, que pueden llegar a las casas a través del calzado de los visitantes o el personal. Según algunos estudios, los zapatos pueden ser un medio para transferir bacterias resistentes, como el Staphylococcus aureus resistente a meticilina (MRSA), de un lugar a otro.
Este fenómeno es aún más preocupante en un mundo globalizado. Las bacterias presentes en una región específica pueden ser transportadas a otras a través de algo tan simple como el calzado. Por ejemplo, alguien puede recoger en sus zapatos una bacteria resistente en un hospital y trasladarla a otra ciudad o país sin darse cuenta.
Consejos para minimizar el riesgo
- Quitarse los zapatos al entrar a casa. Dejar los zapatos en la entrada o en un área designada ayuda a evitar que las bacterias se dispersen en el hogar.
- Limpiar frecuentemente los zapatos. Lavar los zapatos o desinfectarlos con productos adecuados puede reducir significativamente la carga bacteriana. Se puede reducir un 99% de las bacterias en la parte exterior de los zapatos al lavarlos con detergente.
- Mantener un protocolo de higiene. Lavarse las manos después de manipular zapatos o superficies donde se han dejado es clave para evitar la transmisión de bacterias a otras partes del cuerpo, especialmente a la boca y los ojos.