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El comercio informal: el verdadero rival que domina el mercado peruano

En el marco del evento Camp 2025, se puso sobre la mesa una de las realidades más persistentes del mercado peruano: el avance del comercio informal. Este fenómeno, más allá de ser una preocupación económica, representa un obstáculo directo para el desarrollo sostenible del país y para las empresas que operan bajo las reglas del mercado formal.

¿Qué tan grande es el comercio informal?

Según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), más del 78% de la población económicamente activa en el Perú trabaja en condiciones de informalidad. Esto implica que millones de personas no acceden a beneficios laborales, seguridad social ni estabilidad a largo plazo.

¿Por qué la informalidad domina el mercado?

Las causas son múltiples. Para algunos emprendedores, formalizarse implica enfrentarse a trámites largos y costosos. Otros simplemente desconocen los beneficios de estar dentro del sistema. Y en muchos casos, la informalidad parece ofrecer una vía más rápida y flexible para generar ingresos, aunque sea a costa de estabilidad y derechos laborales.

¿Cómo afecta a las empresas formales?

Durante Camp 2025, se resaltó que la informalidad no solo afecta al trabajador, sino que coloca a las empresas formales en clara desventaja. Mientras estas cumplen con impuestos, licencias y leyes laborales, los informales pueden ofrecer precios más bajos sin las mismas obligaciones. Esto no solo perjudica la competitividad, sino también desalienta la inversión formal y reduce la recaudación del Estado.

El reto de formalizar

Reducir la informalidad requiere de una estrategia nacional que simplifique procesos, genere incentivos y fortalezca la cultura tributaria. Iniciativas como Camp 2025 cumplen un rol clave al visibilizar estos problemas y generar propuestas concretas para una economía más inclusiva.

Conclusión

El verdadero rival de muchas empresas peruanas no es su competencia directa, sino un sistema informal que sigue creciendo. Camp 2025 nos recuerda que el reto no es solo económico, sino también social y estructural. Lograr un mercado justo empieza por garantizar que todos jueguen con las mismas reglas.