Signos de alerta del impacto social en niños a causa del confinamiento
LaUniversidad Internacional de Valencia (VIU) junto a la psicóloga y docente Milagros Molero analizaron la situación sintomatología del confinamiento que afecta a bebés y niños, considerados personas ‘muy vulnerables’ ante esta situación inusual. Además, se plantearon estrategias para abordar esta problemática durante un encuentro digital con expertos organizado por el Área de Ciencias de la Salud de la VIU .
Molero explicó que el confinamiento puede tener secuelas físicas y emocionales en los más pequeños, ya que están en un proceso de desarrollo madurativo que requiere una estimulación suficiente para su desarrollo cerebral, a través de la exploración del entorno, el juego, el aprendizaje y la interacción con otros niños. En este sentido, se considera que la actividad motriz al aire libre también es fundamental para su adecuado desarrollo y como elemento regulatorio de sus emociones.
Esta situación afecta a todos los niños y -en función de la etapa evolutiva de desarrollo en la que se encuentren- puede haber impactado de una u otra manera. “Los niños pueden mostrar irritabilidad, quejas frecuentes de aburrimiento, tendencia al aislamiento, dificultades para gestionar la frustración con episodios de enfado, labilidad emocional, conducta hipermotriz, dificultad para seguir las órdenes, aumento de los miedos, dificultades en la alimentación y el sueño. Por otro lado, en los adolescentes será menos visible, mientras que, en los niños más pequeños y los bebés, las expresiones conductuales y fisiológicas estarán más presentes”, agregó la experta.
El estado de alarma sanitaria genera una activación de la percepción de riesgo que va más allá del confinamiento, según señala la psicóloga, esta percepción de riesgo hace que el sistema límbico y reptiliano del cerebro estén más activos y sea más fácil desregularnos. Así, los adultos serán los primeros que tendrán que encontrar recursos de autorregulación, porque -a su vez- son los que tienen que tranquilizar a los menores.
Bebés y percepción en estados de ánimo
Entre los cero y tres años, los niños son especialmente sensibles a los cambios en los horarios de sus necesidades básicas asociadas a sus ritmos biológicos, sobre todo el sueño y alimentación. Molero enfatiza que los bebés van a tener unas respuestas regulatorias más relacionadas con las quejas somáticas y desregulación fisiológica. Alteraciones de su patrón de sueño, dificultades en la alimentación, episodios de llanto más frecuentes e intensos, problemas digestivos o irritaciones en la piel.
El estado anímico de los padres influenciará en la regulación de los menores, especialmente los más pequeños. El bebé se regula en la interacción cuerpo a cuerpo con sus figuras de apego, con el contacto físico, el olor, el movimiento, la percepción de las expresiones faciales y la comunicación no verbal. Por lo que los padres tienen que ser muy cuidadosos con su propio estado y atender a su propia tranquilidad para proporcionar este contexto corporal con la seguridad que el bebé necesita percibir. Si el adulto está nervioso, asustado o triste, el bebé va a sentir esos estados.
La docente de VIU insiste en que la propia regulación de los padres y cuidadores es la mejor manera de ayudar a los chicos -especialmente- en periodos de crisis. Es importante jugar con ellos cuerpo a cuerpo, no distraerles sólo con teléfonos, tablets o juegos individuales. Los adultos son el termostato emocional de sus hijos y su mejor recurso. Todo niño busca en las expresiones de sus padres los indicios de seguridad, por lo que la regulación emocional en estos momentos es el mejor recurso que podemos ofrecer para manejar el estrés de la alerta que nos rodea a todos. La interacción, el divertirse con ellos, que perciban que hay tranquilidad y una conexión emocional con ellos, sin duda, es la mejor medicina que se puede ofrecer.
¡Atención a la sintomatología!
Hay algunas más evidentes como las alteraciones en el patrón de sueño, dificultades en la alimentación, episodios de llantos frecuentes y/o intensos, problemas digestivos o irritaciones en la piel, sobre todo en chicos con edades entre los cero y los tres años.
Así mismo, los que están un poco más grandes, empiezan a sentir la ausencia de los paseos al aire libre que suelen ser parte importante de sus rutinas de estimulación. Sus necesidades son básicamente exploratorias, de ese modo, su entorno de inspección es el cuerpo de la mamá y el papá, ya que la interacción es a través del juego sensorial.
Al no tener una adecuada actividad exploratoria desde la seguridad, van a tener dificultades regulatorias y mostrar las respuestas descritas anteriormente.
Medidas
Los niños, sea cual sea su edad, necesitan comprender lo que está pasando y en función de su etapa de desarrollo hemos de adecuar este apoyo. Es evidente que los bebés todavía están en etapa pre-verbal y no han desarrollado el lenguaje, con lo que no podemos tener una conversación como con los mayores para explicarles lo que está sucediendo, pero los bebés también necesitan tener algún elemento que les transmita tranquilidad al respecto.
Aunque en esta etapa los niños no entiendan a nivel cognitivo el significado de las palabras, el lenguaje tiene una función regulatoria. Para ello hay que utilizar el efecto de la prosodia, el usar la voz como elemento de regulación, acompañándolo de un contenido coherente con lo que está pasando. Se debe usar con voz tranquila, como si contáramos un cuento o una historia, explicando el por qué no pueden salir mucho o nada a la calle. Todo esto le es trasmitido y ellos lo perciben. Lo más importante, esto hay que hacerlo muchas veces, no es suficiente con contárselo una vez.
“Cualquier circunstancia que interfiera con una adecuada estimulación para la primera poda neuronal (muerte programada de neuronas para mejorar la conexión sináptica del cerebro, fundamental en el adecuado desarrollo del niño) mantendrá un número excesivo de conexiones que harán al cerebro más ineficiente en la adquisición de capacidades posteriores que pueden afectar a su motivación hacia la exploración y aprendizaje, miedo ante la exploración del entorno, dificultades de regulación y de conexión con los demás. La segunda poda neuronal se produce también en la adolescencia, por lo que no nos podemos olvidar que, en esa etapa, aunque los adolescentes sean más independientes y busquen más a sus iguales, la presencia regulatoria de los padres sigue siendo fundamental”, concluyó Molero.