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La lucha contra el trabajo infantil continúa en Latinoamérica

El trabajo infantil trae serias implicaciones en la salud física y mental de los niños. En Latinoamérica el panorama es bastante complejo, según la Organización Internacional del Trabajo, se calcula que hay seis millones de menores de edad bajo explotación laboral en la región. Asimismo, la cifra de niños podría alcanzar los 10,5 en situación de trabajo infantil, es decir, el 7,3 por ciento de la población regional que abarca de los 5 a 17 años.

Al respecto, la doctora Rebeca Diego Pedro, Docente del Máster Universitario en Psicología en la Infancia y Adolescencia de VIU – Universidad Internacional de Valencia, indicó que obligar a niños a trabajar y dejar de asistir a las aulas de clase -sin duda- trae serias repercusiones negativas. Por lo general son niños que trabajan en contextos hostiles y violentos, además en algunos casos suelen estar lejos del cuidado y protección de sus familias, todas estas condiciones de vida se convierten en un factor de riesgo para sufrir psicopatologías y problemas del desarrollo.

“La familia es el entorno primario de la socialización. En tanto que muchas de las niñas y niños que trabajan lo hacen lejos de su hogar o careciendo de figuras primarias de afecto y protección. De igual manera, los entornos de trabajo infantil son hostiles y no hay una cobertura de las necesidades básicas de la infancia como son el cultivo de un vínculo de apego seguro, necesidades de seguridad y de alimentación y sueño. Esto acarrea complicaciones en su desarrollo y socialización adecuados”, enfatizó la docente.

A ello, agregó que las escuelas se convierten en los entornos secundarios de socialización, en los que los menores pueden disfrutar de su infancia, jugar, aprender y relacionarse con otros niños y profesorado de forma sana. Ir a la escuela permite formarse para su presente y su futuro, a fin de trascender sus limitaciones contextuales y socioeconómicas.

Los efectos negativos en un niño que creció bajo modelos de trabajo infantil pueden ser devastadores, implica desde consecuencias biológicas, lo que afecta, entre otros, a los sistemas nervioso, endocrino e inmunológico. De esto se derivan problemas de salud como enfermedades respiratorias, problemas cardiovasculares y metabólicos, así como enfermedades crónicas y oncológicas.

“En cuanto a consecuencias en su salud mental, destacan los problemas de adaptación, traumas, psicopatologías relacionadas con ansiedad y depresión, trastornos de estrés post traumático y adicciones”, señaló la profesora Diego Pedro. 

Intervenciones necesarias 

El trabajo infantil se desencadena por una serie de variables que coexisten como la situación de pobreza o conflicto; movimientos migratorios; situación de orfandad; explotación infantil; y desescolarización. Es un problema complejo en el que entran en juego factores económicos, sociales, geográficos y políticos.

Por tanto, su abordaje requiere de un conjunto de actuaciones organizadas. Es fundamental que las instituciones dinamicen las acciones colectivas mediante políticas y legislación que verdaderamente atiendan a los derechos de la infancia-adolescencia.

Es crucial la escolarización de menores; sistematizar protocolos para que las escuelas y organizaciones de atención a menores y familias puedan informar, evaluar y ofrecer alternativas que favorezcan la inserción de niñas y niños en programas educativos.

Al igual, se necesitan medidas terapéuticas específicas. El trabajo infantil podría englobarse dentro de lo que en psicología se conocen como experiencias adversas en la infancia.

Numerosas investigaciones ponen de manifiesto que la adversidad en la infancia es un problema de salud pública. Sus consecuencias no solo se presentan en etapa infantil sino también en la adolescencia y en la edad adulta. Como medidas efectivas en el abordaje de la adversidad infantil se recomienda la atención psicológica especializada. Destacan los resultados positivos obtenidos por las intervenciones interdisciplinares con profesionales de diferentes áreas de la salud, así como intervenciones sistémicas que impliquen a las familias”, concluyóla docente de VIU.