Día Internacional de las Poblaciones Indígenas: Conoce las culturas originarias yine y matsigenka que revalora e impulsa Camisea en Cusco
En el Día Internacional de las Poblaciones Indígenas, las etnias yine y matsigenka que habitan en el Bajo Urubamba de Cusco toman relevancia para conocerlas y saber cómo revaloran e impulsan sus tradiciones gracias a los programas sociales del Consorcio Camisea, que benefician tanto a las comunidades nativas como a la región y al país en general, gracias a la promoción de sus costumbres y cultura.
Tal es el caso de 140 mujeres emprendedoras y maestras artesanas del milenario tejido a telar de cintura que, gracias al “Programa de Apoyo al Desarrollo de la Artesanía Matsigenka – Yine”, elaboran carteras, manteles, entre otros productos, incrementando sus ingresos familiares. Según el Ministerio de Cultura, existen unos 18 mil matsigenkas y 8 mil yines en todo el Perú 1.
En la comunidad nativa Miaría viven los yines. Ellos son alegres, contadores de historias; los diseños multiformes de sus tejidos o dibujos representan al jaguar, la arena o las aves. Se consideran dominantes de los ríos; siembran cacao, plátano o yuca, y se dedican desde siempre a la pesca artesanal del bagre, boquichico o doncella en el río Urubamba y en sus afluentes ríos Sensa y Mishahua. Su lengua es aglutinante, es decir, una palabra puede acumular varias.
El matsigenka –que significa gente o humanos en español– se identifica por su cushma (vestimenta con diseños horizontales y verticales); comen pescado, yuca y son cazadores. “No busca pleitos, son pacíficos, puede domesticar”, cuentan los vecinos en la comunidad Nuevo Mundo. Las expresiones artísticas reflejan los mitos y leyendas donde están presentes el majaz, el makisapa o mono, los peces, aves y plantas.
El Programa de Educación Integral (PIE) de Camisea también es un aporte al fortalecimiento de las culturas yine y matsiguenka, permitiendo que muchos jóvenes del Bajo Urubamba se conviertan en docentes luego de graduarse en la carrera de Educación Bilingüe, y regresen a sus comunidades para formar a niños nativos en su lengua originaria.
Con profesores que dominan el idioma nativo, los menores pueden preservar historias y creencias ancestrales. Ejemplo de esto es Ludwin Turco, un joven matsigenka que estudió en la UCSS de Atalaya y ahora enseña en el Alto Timpía, Cusco, una comunidad cercana a su pueblo natal.